En un rincón mágico del mundo, escondido entre montañas y ríos claros, se encontraba un bosque encantado, lleno de susurros y destellos de luz. En este bosque vivían cuatro hadas, cada una dotada de poderes únicos.

La primera hada, llamada Lúmina, tenía el poder de la luz. Sus alas brillaban como estrellas, y donde quiera que volara, iluminaba el camino. Lúmina era conocida por guiar a los viajeros perdidos, llenando sus corazones de esperanza. Su risa era como el canto de un arroyo, y siempre estaba dispuesta a ayudar a quienes se encontraban en la oscuridad.

La segunda hada, llamada Brisa, controlaba el viento. Con un suave aleteo, podía hacer que las hojas danzaran y los árboles susurraran secretos. Brisa era juguetona y siempre buscaba aventuras. Usaba su poder para llevar mensajes entre los animales del bosque, asegurándose de que todos estuvieran conectados y protegidos.

La tercera hada, llamada Floriana, tenía la habilidad de hacer florecer la vegetación. Con solo un toque, podía convertir un terreno árido en un jardín deslumbrante. Floriana amaba la naturaleza, y su risa hacía brotar flores de colores vibrantes y fragancias dulces. Era la guardiana de las plantas, asegurándose que cada especie prosperara en armonía.

Por último, estaba la hada llamada Aguas, quien gobernaba el agua. Desde los ríos cristalinos hasta las cascadas rutilantes, Aguas podía controlar las corrientes y proporcionar sustento a todos los seres del bosque. Con su poder, creaba estanques y fuentes, lugares de frescura y reencuentro. Su corazón era tan fluido como el agua, siempre disponible para escuchar los problemas de los demás.

Un día, una sombra oscura comenzó a extenderse por el bosque. Las plantas empezaron a marchitarse, el viento se tornó pesado y la luz disminuyó. Las hadas, preocupadas por su hogar, decidieron unirse y enfrentar la amenaza.

Lúmina iluminó el camino para que pudieran ver la causa del problema: un antiguo espíritu del bosque había despertado y se sentía olvidado. Las hadas entendieron que debían devolverle la esperanza. Brisa llevó mensajes a todos los rincones del bosque, pidiendo a los animales que se unieran. Aguas creó un descenso fresco de agua que atraía al espíritu, mientras Floriana hacía florecer un jardín de flores brillantes a su alrededor.

Cuando el espíritu llegó a ese lugar resplandeciente, se sintió acogido y querido. Las hadas le hablaron con gentileza, recordándole que siempre sería parte del bosque, que sus recuerdos nunca se desvanecerían. Con el amor y la unidad de las hadas, la sombra oscura se disipó, y el bosque volvió a brillar con luz y vida.

Desde entonces, Lúmina, Brisa, Floriana y Aguas se convirtieron en las guardianas del bosque encantado, asegurando que siempre hubiese luz, vida y amor entre sus árboles y criaturas.

Y así, las cuatro hadas vivieron en armonía, recordando a todos que cada poder, por pequeño que fuera, puede iluminar y sanar el mundo.